El día que las historietas cambiaron la edad



Por E. Jhonny López Arias.
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En cierta ocasión un hospital infantil recibió una donación poco común. Unos libros muy vistosos en donde sobresalían cuerdas de colores en las portadas, carátulas con figuras en relieve que parecían obras de arte, sencillas cartulinas y también unos tomos muy bien empastados.
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Al abrirlos, todos los libros tenían historietas en colores, sí, esos recuadros con dibujos que publican todos los diarios los domingos, estaban allí pegadas por ambas caras de unas hojas recicladas. Habían sido recopiladas. Era algo extraño, porque regularmente estas entidades reciben ejemplares nuevos o usados y nunca había llegado material artesanal.
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Los empleados del hospital observaban con curiosidad dichas publicaciones sin percatarse de los pares de ojos que los detallaban y las amplias sonrisas que brotaban de un grupo de mujeres y hombres de avanzada edad.
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Después de unas palabras y con la donación en sus manos, todos se dirigieron a uno de los pabellones, en donde niños de varias edades permanecían acostados y otros caminaban cerca sus camas. Luego de unas cortas palabras de presentación, los visitantes entregaron emocionados los libros a esos chiquillos que sonreían.
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Esta fue la primera entrega que hicieron. Luego vendrían muchas más, porque a la causa se fueron sumando personas jubiladas que encontraron en esta ocasión la mejor manera de estar bien: promoviendo la lectura con temas divertidos.
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La idea nació de Juan, un lector apasionado, que se enteró por el vendedor de periódicos, el distribuidor del sector durante muchas décadas, que su nietecito estaba hospitalizado. Su espíritu solidario se inquietó y lo llevó a visitar al pequeño a quien le obsequió un libro de cuentos.
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Juan salió del hospital triste. La mirada de los niños enfermos le perseguía cuando entregó el libro al hijo de su amigo. Así, apesadumbrado estuvo hasta el día domingo, día en que leía con detenimiento todo el periódico. Al terminar, separó la hoja de las historietas y con cuidado la dejo sobre su escritorio.
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Luego fue hasta el garaje y allí comenzó a seleccionar de entre el arrume de periódicos viejos, las ediciones dominicales. En esta labor estuvo algunas horas de varios días. Terminada la selección, la llevó hasta su escritorio en donde hizo otra depuración y arrancó con mucho cuidado las páginas de las historietas.
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Con suprema paciencia se dedicó entonces a recortar cada tirita y a separarlas por personaje. Trajo algunas resmas de documentos viejos, un pegante e inició el trabajo de untar el respaldo y luego ponerlos en las hojas, no sin antes apretarlas con fuerza para que no se despegaran. Cuando terminaba con una historieta, seguía con la otra y así llego a formar seis volúmenes diferentes.
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Habían pasado varias semanas en esta labor y sus amigas y amigos le reclamaron su alejamiento. Decidió contarles en lo que estaba y los invitó a conocer su trabajo y a discutir sobre el mismo. Les explicó que su idea era hacer libros artesanales con esas tiras cómicas y donarlos a los niños enfermos de los hospitales y les narró la razón de esa idea.
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Además les recalcó, “tenemos todo el tiempo del mundo para hacer felices a otros y especialmente a través de la lectura”. Motivados todos, cada uno eligió un volumen, diseñó la portada y lo empastó. Después, programaron el día y se fueron al hospital a hacer su donación.

Esa acción fue el mejor revitalizante que pudieron encontrar. Al salir de allí se reunieron más frecuentemente y con los diarios y revistas a los que cada uno tenía acceso, inclusive los de los días ordinarios que las historietas salen en blanco y negro, y pidiendo regalados a familiares y amigos, iniciaron la producción de material de lectura basada en historietas recicladas.

El grupo creció y hombres y mujeres jubiladas dieron aliento a sus vidas y momentos de esparcimiento a enfermos, presos, ancianos desvalidos, adolescentes y madres solteras.

Cuentan que ha sido tal el éxito de esta iniciativa que muchas bibliotecas de zonas alejadas reciben libros artesanales de historietas que atraen como miel a grandes y chicos.

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